La historia es pródiga en hechos que han marcado un antes y un después en la vida de los pueblos. Uno de los últimos actos de este tenor ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos
En lo que constituyó una acción sin precedentes, terroristas atacaron a la poderosa nación, en su propio suelo, ocasionanado importantes efectos políticos, económicos e incluso culturales y religiosos.
A partir del 9-11 Estados Unidos no fue el mismo. El ya conocido patriotismo de los estadounidenses se acentuó, que con seguridad no pocos darían su vida para que un acto como ese no vuelva a ocurrir. Un monumento permanente en la Zona Cero es una expresión viva de ello.
El Salvador, también vivió el pasado 20 de junio un ataque terrorista sin precedentes. No obstante a estar acostumbrado a la muerte, al luto y al dolor, dicho acto colmó el vaso de la activididad mareril. Las Maras hirieron el 20-J como nunca a todos los sectores de la sociedad.
Nada, ni los hechos sangrientos durante la dictadura martinista, ni durante la pasada guerra civil, ni durante los crudos sucesos de violencia en la post guerra tiene comparación alguna con lo sucedido el 20-J; Es más, si revisamos la historia mundial, al menos de los últimos 20 años, no registra un hecho similar por lo maléfico.
Las Maras incendiaron un microbús con todos sus pasajeros adentro, dejando como resultado17 personas carbonizadas vivas en plena calle, mientras, otro tanto sobrevivió gracias a la acción policial.
Los gritos, los suplicios de los pasajeros, hombres, mujeres y niños, incluida una bebe de solo 18 meses, no significaron nada para estos seres humanos de corazón ennegrecido.
Con esa acción planificada las pandillas y por el crimen organizado que está detrás, lograron herir los sentimientos de todos los salvadoreñas y salvadoreñas.
En la guerra y en la paz, las coyunturas se dan o se crean. Y en este caso las maras crearon una coyuntura marcando un “quiebre” en la vida nacional, con implicaciones que definitivamente no favorecen el accionar de dichos grupos criminales. Por el contrario, se les revirtió y se les seguirá revirtiendo en la medida que mas sectores comprendan lo que pasó.
Permitió que los planes anti delincuenciales que el gobierno venía impulsando se potenciaran. Fue a partir de entonces que, por iniciativa del gobierno Central, El Congreso aprobó la Ley de Proscripción de Pandillas, se endurecieron las medidas en los centros penales, se amplió la presencia en el terreno de la PNC y los policías contrario al deseo de los malvados están más motivados. Medidas adicionales vienen en camino.
Coincidentemente, las estadísticas en prácticamente todos los rubros delincuenciales comenzaron a mostrar signos alentadores con una tendencia a la baja pese al “paro” impulsado por las Maras en contubernio con sectores interesados.
Medios de comunicación, cuya agenda estaba enfocada en desprestigiar los esfuerzos del gobierno en materia de Seguridad Publica, redefinieron su política, mientras otros simplemente ya no pueden ocultar el accionar policial.
La máxima organización empresarial, la ANEP, ha involucrado a sus abogados en la patriótica decisión de que los criminales paguen su accionar como Dios manda, por citar solo algunos bemoles.
Las cosas no son, ni deben ser lo mismo a partir del 20-J. Ellos hirieron El Salvador como nunca, por lo que todos y todas debemos rendir tributo permanente a las víctimas y, por extensión, a todas las víctimas de esta vorágine delincuencial sin sentido.
Como muestra de UNIDAD NACIONAL en contra de la violencia y la delincuencia, este miércoles 20 de octubre, con la presencia de sectores representativos de la sociedad y de la comunidad se llevará a cabo un acto ecuménico en el mismo lugar en donde las pandillas quemaron a nuestros compatriotas.
Ese mismo día será colocada la primera piedra de un monumento a las victimas, se dará un reconocimiento a sus familiares y se honrará a los valientes policías que impidieron que otros 14 pasajeros murieran.
Parte del proyecto es que en lo sucesivo, los 20 de cada mes, se realizará un acto ecuménico en el sitio en cuyo monumento se mantendrá una antorcha encendida permanentemente simbolizando la superioridad del bien y de que el Salvador no puede estar condenado a vivir preso de organizaciones malditas.
A la inversa, de lo que piensa los jefes de las Maras y el crimen organizado, de que el terror colectivo es un arma eficaz para intimidar al pueblo y al gobierno, su diabólica acción avivo el rechazo que por siempre les ha tenido la población.
La sociedad sin distingos de ninguna índole, debe mantener viva la llama de la fe y de la esperanza para evitar que estos malvados sigan hiriendo a la Patria. (FIN).
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